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Una rebelión ideológica disfrazada de espiritualidad

En la Perashá de Koraj, algo sorprendente ocurre: a diferencia de otras rebeliones en el desierto —como con las codornices, el becerro de oro, o la queja por agua— donde un milagro o castigo divino detenía el caos casi de inmediato, con Koraj, ni siquiera un milagro tan impactante como la tierra abriéndose logró apagar del todo la rebelión.

¿Por qué? Porque la rebelión de Koraj no era por hambre, miedo o cansancio. Era una rebelión ideológica disfrazada de espiritualidad, una ambición de poder envuelta en discursos sobre igualdad y santidad. Koraj usó argumentos que seducían el ego, no la razón. No solo cuestionó la autoridad de Moshe, sino que sembró desconfianza en la fuente misma de la Torá.

Por eso Moshe no reacciona con castigo directo, sino que pide a Dios un milagro nuevo, algo nunca antes visto, para mostrar que su liderazgo no es propio, sino divinamente ordenado. Y aun así, el eco de la rebelión siguió, porque las semillas del orgullo y la envidia no desaparecen con el milagro: se desarraigan con humildad.

La enseñanza es profunda: no toda crisis se resuelve con fuerza o evidencia sobrenatural. Algunas requieren trabajo interior, educación de generaciones, y la capacidad de distinguir entre la voz del ideal y el grito del ego.

One Kosher te desea Shabat Shalom.

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