En la Perashá Bo, vemos que las plagas sobre los egipcios continúan al punto de que el Faraón reconoce su error en una ocasión, pero aún así vuelve a endurecer su corazón. Esto lleva a sus consejeros a reprocharle, advirtiendo que su liderazgo podría llevar a la desaparición de Egipto. La pregunta que surge es: ¿era el Faraón tan necio que no veía el caos que su obstinación causaba? ¿O realmente era una persona despreciable y malvada?
Pienso que la respuesta es la siguiente: un verdadero líder busca lo mejor para su gente pero a veces su visión se nubla por el peso de sus creencias y la inercia de su cultura. La historia del faraón en las plagas de Egipto nos recuerda que el orgullo y la obstinación pueden llevar incluso a los más poderosos a la ruina. No era un villano en su propia mirada, sino un hombre atrapado en la lógica de su mundo, incapaz de ver que su resistencia no solo lo destruía a él, sino a todo su pueblo.
Un líder sabio no solo escucha su voz interior, sino también las advertencias de quienes lo rodean. Reconocer el error a tiempo no es debilidad, sino grandeza. La historia nos enseña que la verdad siempre se impone, y aquellos que se aferran ciegamente a su camino pueden descubrir demasiado tarde que la fuerza más grande no es el poder, sino la humildad de saber cuándo cambiar.
¿Y tú, al ser líder en tu casa has pensado que tal vez caes en lo mismo de manera cotidiana? Reflexiona sobre esto.
One Kosher te desea Shabat Shalom.