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¿Por qué dos cabras para la expiación?

En los tiempos del Bet Ha’mikdash, el día de Yom Kippur era un momento muy especial, sobre todo para el Kohen Gadol, quien realizaba una serie de sacrificios con un propósito clave: expiar los pecados del pueblo. Pero, de todo el ritual, quizás lo más fascinante era el destino de dos cabras. Estas cabritas, aunque parecían idénticas, tenían un futuro muy distinto.

El Kohen Gadol echaba suertes para decidir qué cabra sería “para Hashem” y cuál sería “para Azazel”. La cabra que caía bajo “L’Hashem” era sacrificada en el lugar más sagrado del Templo, el Kodesh Ha’kodashim, donde solo el Kohen Gadol podía entrar en Yom Kippur. La otra cabra, sin embargo, era llevada al desierto y arrojada desde un acantilado, una escena tan dramática como llena de simbolismo.

¿Por qué dos cabras para la expiación? ¿Qué significaban estos dos destinos tan distintos? Algunos sugieren que cada cabra representaba dos tipos fundamentales de mandamientos en la Torá: nuestras obligaciones hacia Hashem (“Ben Adam La’Makom”) y nuestras obligaciones hacia nuestros semejantes (“Ben Adam La’habero”). La cabra “L’Hashem” expiaba los pecados cometidos contra Di-s, mientras que la cabra “La’azazel” representaba la expiación de nuestras faltas hacia los demás.

Curiosamente, las dos cabras debían ser exactamente iguales, reflejando que ambas áreas – la relación con Di-s y la relación con los demás – son igual de importantes. No podemos ser judíos completos si nos dedicamos solo a cumplir las leyes rituales, ignorando el respeto y la bondad hacia los demás, o si somos buenos con las personas pero descuidamos nuestras obligaciones espirituales.

El sacrificio de la cabra “L’Hashem” tenía lugar en la soledad del Kodesh Ha’kodashim, un acto que simbolizaba nuestra conexión directa con Hashem. Mientras tanto, la cabra “La’azazel” se enviaba al desierto, un recordatorio de la historia de Yosef y sus hermanos. Al igual que ellos arrojaron a Yosef a un pozo en el desierto, esta cabra simbolizaba el primer gran pecado entre hermanos en la historia judía, un ejemplo de cómo los conflictos entre personas pueden tener consecuencias devastadoras.

Una parte intrigante de este ritual era la cuerda roja que se ataba a la cabra antes de su expulsión. Milagrosamente, esta cuerda se volvía blanca cuando el pueblo recibía el perdón divino. Además, el Talmud nos cuenta que esta cuerda debía tener un valor específico: dos monedas de plata, que nos recuerdan a las dos monedas de material extra en la túnica especial que el padre de Yosef le hizo, desencadenando los celos y la traición de sus hermanos.

Yom Kippur, entonces, no es solo un día para reflexionar sobre nuestra relación con Hashem, sino también sobre cómo tratamos a los demás. Este es el momento de revisar nuestra conducta en el hogar, en el trabajo, en la comunidad, y asegurarnos de que estamos viviendo con integridad, respeto y amabilidad. La Torá nos enseña que tanto los mandamientos hacia Di-s como hacia los demás son fundamentales para una vida plena y merecedora de bendiciones divinas.

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