Sara Imeinu, la matriarca del pueblo de Israel, vivió 127 años plenos de propósito y virtud. En su despedida, la Torá menciona que a los 20 años era tan bella como a los 7. Pero, ¿por qué destacar su belleza, y por qué en un funeral? Según el Zóhar, no se trata de una alabanza superficial, sino de algo mucho más profundo.
En el mundo espiritual, los valores se juzgan al revés de los terrenales. La belleza de Sara no era física, sino una pureza interior que trascendía el tiempo. A los 7 años, tenía la inocencia de una niña, y a los 20, conservaba esa misma pureza de corazón, sin malicia ni vanidad. Su actitud positiva y su capacidad para ver lo mejor en los demás no nacían de ingenuidad, sino de un corazón limpio y sincero, libre de egoísmo.
Esta es la verdadera grandeza de Sara: su belleza espiritual, una luz que iluminaba a quienes la rodeaban. Nos enseña que la verdadera pureza no tiene edad y que la bondad nace de un corazón que se mantiene íntegro, viendo el mundo con los ojos de la fe y el amor.
One Kosher te desea Shabat Shalom.