En la Perashá Shofetim, la Torá nos enseña la mitzvá de establecer un rey sobre Israel. A primera vista, uno pensaría que el rol del rey es ejercer poder, imponer autoridad y mantener el orden. Sin embargo, la Torá revela un mensaje mucho más profundo: el rey debía escribir para sí un Sefer Torá y “leerla todos los días de su vida”. ¿Por qué? Para que aprenda a temer a Dios, a obedecer sus mandamientos y, sobre todo, para que nunca se olvide de que él también es un servidor del Eterno.
La Torá no solo advierte contra la transgresión de las leyes divinas, sino que agrega otra dimensión esencial: que el corazón del rey “no se vuelva arrogante sobre sus hermanos”. En otras palabras, la grandeza del rey no debía nacer de sentirse superior, sino de su capacidad de liderar con humildad y compasión. El verdadero poder no es dominar, sino recordar constantemente que incluso quien se sienta en el trono es hermano de su pueblo y súbdito del Creador.
Este mensaje nos habla a todos, no solo a reyes. Cada uno, en su propia vida, puede llegar a tener un “trono”, una posición de influencia, de éxito, de prestigio. La tentación natural es creer que esos logros nos hacen más importantes que los demás. Pero la Torá nos recuerda que la verdadera grandeza consiste en permanecer humildes, recordar nuestras raíces y reconocer que toda bendición proviene de Hashem.
El rey de Israel debía ser ejemplo de disciplina, pero sobre todo, ejemplo de humildad. Y nosotros, al leer estas palabras, encontramos una lección para nuestra vida: la auténtica nobleza no está en el poder que se ejerce, sino en la humildad que se guarda en el corazón.
One Kosher te desea Shabat Shalom.