Maimónides enseña que cada acción puede inclinar la balanza del mundo hacia el bien. La Torá lo ejemplifica con Reubén, el único de los hermanos que se opuso al plan de matar a Yosef. Él sabía que era un error y quiso salvarlo, pero en vez de actuar con decisión, propuso solo un pequeño cambio: lanzarlo al pozo para luego rescatarlo en secreto. Su intención era buena, pero su acción fue débil. Y en ese pequeño retraso, Yosef fue vendido como esclavo, iniciando una cadena de acontecimientos que marcaría siglos de historia.
El Midrash dice: si Reubén hubiera sabido el impacto que tendría ese momento, habría cargado a Yosef sobre sus hombros y lo habría llevado a casa.
La enseñanza es clara: un instante de valentía o de duda puede cambiar el destino.
La historia moderna refleja lo mismo. En 1966, un niño afroamericano llegó con su familia a un barrio blanco. Nadie los saludó; se sintieron rechazados. Pero una mujer judía, Sara Kestenbaum, cruzó la calle, sonrió y les ofreció sándwiches y bebidas. Ese gesto sencillo derribó en segundos el muro de miedo y prejuicio que el niño había construido en su mente. Ese niño, Stephen Carter, se convirtió años después en profesor de Yale y escribió que esa pequeña acción cambió su vida para siempre. Su conclusión: una simple muestra de bondad puede transformar un corazón y, con los años, transformar comunidades enteras.
Ambas historias —antigua y moderna— revelan lo mismo: Nunca subestimes el poder de un acto. Lo que hagas hoy puede cambiar destinos que jamás sabrás que tocaste.
One Kosher te desea Shabat Shalom.
