En los últimos días de su vida, Moshé reúne al pueblo de Israel para renovar el pacto con Dios. No se trata de un simple recordatorio, sino de un acto solemne que define la identidad del am kadosh, el pueblo santo. Sin embargo, lo sorprendente no es solo la renovación, sino la manera en que Moshé la proyecta hacia el futuro: “No solo con ustedes hago yo este pacto y este juramento, sino con los que están aquí hoy… y también con los que no están aquí hoy.” (Deut. 29:13-14)
Con estas palabras, Moshé rompe las barreras del tiempo. El pacto no queda limitado a una generación; se extiende a todas las que vendrán. Así, cada judío —nacido siglos después, en cualquier rincón del mundo— está de algún modo presente en aquel día. El Talmud resume esta idea en una frase poderosa: mushba ve-omed meHar Sinai —“todos estuvimos obligados desde el Sinaí.”
Este principio plantea un dilema fascinante: ¿cómo podemos estar sujetos a un acuerdo que no firmamos personalmente? El judaísmo sostiene que no todas las obligaciones provienen de una decisión voluntaria. Algunas nacen con nosotros, como una herencia sagrada. Ser judío es como nacer heredero de una corona: no lo pedimos, pero nos marca para siempre. Podemos intentar ignorarlo, incluso huir de ello, pero la historia y la memoria colectiva nos recuerdan una y otra vez quiénes somos.
A lo largo de los siglos, los profetas, sabios y pensadores ofrecieron distintas respuestas. Algunos hablaron de los “almas presentes en el Sinaí”; otros explicaron que, aun sin consentimiento, la identidad judía es un privilegio que trasciende la voluntad individual. La historia demostró que, incluso cuando muchos intentaron abandonar su judaísmo, la sociedad seguía viéndolos como judíos, para bien o para mal.
La enseñanza más profunda es que nuestra vida no empieza de cero. Formamos parte de una narrativa milenaria que comenzó antes de nacer y seguirá después de partir. La pregunta clave es si elegiremos continuar esa historia o dejarla interrumpida. La voz de Moshé sigue resonando: “No solo con ustedes, sino también con los que no están aquí hoy.” Esa frase nos incluye a todos.
Aceptar el pacto, entonces, no es cargar con un peso, sino reconocer un privilegio: ser portadores de una misión que trasciende lo personal y conecta nuestra vida con los sueños y esperanzas de generaciones enteras.
One Kosher te desea Shabat Shalom.
