Cuanto más las afligían, más se multiplicaban y crecían (1:12).
Dijo Rabí Akiva: Por el mérito de las mujeres justas de aquella generación fueron liberados los israelitas de Egipto.
Al principio, el Faraón insistió sólo en que hicieran el número prescrito de ladrillos cada día. Luego ordenó que no se les permitiera dormir en sus casas, para que no pudieran tener hijos. Entonces los capataces les dijeron: “Si os vais a casa a dormir, perderéis unas horas cada mañana de vuestro trabajo, cuando os mandemos llamar, y nunca completaréis el número asignado”. Así que las hicieron dormir en el suelo, en el campo.
¿Qué hacían las hijas de Israel? Bajaban a sacar agua del río, y Di-s les enviaba pececillos en sus cántaros, que sacaban medio llenos de agua y medio llenos de peces. Luego ponían dos ollas al fuego, una para el agua caliente y otra para el pescado. Vendían el pescado y compraban vino, que llevaban a sus maridos al campo, y los lavaban, ungían y alimentaban, y les daban de beber. Luego sacaban sus espejos y se miraban en ellos con sus maridos, burlándose de ellos: “Mira, soy más bella que tú”, despertando así su deseo y cohabitando con ellos en los lindes de los campos, como está escrito: “Cuando yaces entre los linderos” (Salmos 68:14). (Fueron estos espejos los que Di-s ordenó más tarde a Moisés que utilizara en la fabricación del lavabo del Santuario-véase Éxodo 38:8.)
Una vez que las mujeres habían concebido, regresaban a sus hogares. Cuando llegó el momento del parto, fueron y dieron a luz en el campo, bajo los manzanos, como está escrito: “Bajo el manzano te di a luz” (Cantar de los Cantares 8:5). Di-s envió un ángel desde los altos cielos que lavó y enderezó los miembros [de los bebés] de la misma manera que una comadrona endereza los miembros de un niño, como está dicho: “En cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no te cortaron el ombligo ni te lavaron con agua para limpiarte” (Ezequiel 16:4). También les proporcionó dos piedras redondas, una para el aceite y otra para la miel, como se dice: “Le hizo chupar miel de la roca, y aceite de un peñasco” (Deuteronomio 32:13).
Cuando los egipcios se fijaron en ellos, fueron a matarlos; pero ocurrió un milagro y [los niños] fueron tragados por la tierra. Los egipcios trajeron bueyes y araron sobre ellos, como está dicho: “Los aradores araron sobre mis espaldas” (Salmos 129:3). Después de que se hubieron marchado, rompieron la tierra y brotaron como la hierba del campo, como está dicho: “Os hice multiplicar como las plantas del campo” (Ezequiel 16:7). Cuando los niños crecieron, llegaron en rebaños a sus hogares. Cuando Di-s se reveló junto al Mar Rojo, estos niños Lo reconocieron primero, como está dicho: “Este es mi Di-s y yo Le alabaré” (Éxodo 15:2).
(Midrash Tanjuma; Talmud, Sotá 11b)
Cuanto más los afligían, más se multiplicaban y crecían (1:12)
¿Cuál es el significado del versículo (Jeremías 11:16) en el que se llama al pueblo judío “olivo frondoso, hermoso de fruto”? El olivo se señala para la recolección cuando aún está en su árbol, después de lo cual se baja del árbol y se golpea, y una vez golpeado se sube a la cuba y se coloca en un molino, donde se muele y luego se ata con cuerdas, y luego se traen piedras, y entonces por fin rinde su aceite. Así es con Israel: los paganos vienen y los golpean de un lugar a otro, los aprisionan y los atan con cadenas, y los rodean de oficiales, y entonces al fin Israel se arrepiente y Di-s les responde.
(Midrash Rabbah)
El Faraón ordenó a todo su pueblo, diciendo: “Todo hijo que nazca lo arrojaréis al Río” (1:22).
Impuso el mismo decreto a su propio pueblo. Dijo Rabí Yosei ben Rabí Janina: Hizo tres decretos. Primero [instruyó a las parteras:] “Si es un hijo, lo mataréis”; luego ordenó: “Todo hijo [hebreo] que nazca lo arrojaréis al río”; y finalmente, “Faraón ordenó a todo su pueblo”, imponiendo el mismo decreto a su propio pueblo.
One Kosher te desea Shabat Shalom.