Esta semana, la Torá nos cuenta sobre Yaakov y Esav, dos hermanos que fueron educados en la casa de Izkaj y Rivka y que causaron mucho dolor durante generaciones. ¿Qué fue lo que pasó en este pasaje?
La Torá no oculta los errores de nuestros grandes hombres, sino que los hace más grandes e instructivos. Mientras Yaakov y Esav eran pequeños, ambos tenían exactamente la misma enseñanza. Esto fue un error. Se olvidó la gran ley de la educación, educar a cada hijo según su propio camino (Mishle 22:6). Si Izjak y Rivka hubiesen educado a Esav de forma diferente, según su naturaleza, con la suficiente antelación, podría haber ayudado a Yaakov en lugar de odiarlo, tal como vimos con Efraim y Menashe.
Itzjak amaba a Esav, que le sirvió bien, pero al final se volteó en su contra. Rivka amaba a Yaakov (tiempo presente), basándose en su maravillosa naturaleza, que engendró un amor aún mayor. La crianza de los hijos a veces exige desinterés. Izjak permitió que el servicio de Esav interfiriera con la acción disciplinaria. A Izjakk le falló la vista porque Esav lo sobornó, y el soborno ciega.
Anteriormente, Esav fue disciplinado en exceso, criado de la misma manera que Yaakov. A veces, la educación de “talla única” es simplemente más conveniente. Además, un hijo muy disciplinado es un motivo de orgullo para los padres. Sin embargo, un niño que necesita más “espacio” en la primera juventud debe ser acomodado razonablemente. Esto requiere un análisis cuidadoso de la naturaleza del niño, y mucha paciencia y flexibilidad.
Aquel que nazca durante la hora de Marte (maadim – rojo) será un hombre que derrame sangre: un sanguinario, un shochet, un mohel o un ladrón [asesino] (Talmud Shabat 156a). Un padre que intente criar a ese niño como rosh yeshiva en lugar de como médico, shochet o mohel, puede hacer que se convierta en un asesino. En cambio, el niño debe ser criado según su camino, utilizando su naturaleza particular para servir a Hashem.
Hay que evitar los extremos de la disciplina dura y la permisividad indebida. Según Rav Shlomo Wolbe zt “l, “la vara” no tiene por qué referirse al castigo físico, ni siquiera a la reprimenda verbal. Es preferible la vara de la amabilidad, del estímulo, del refuerzo positivo. Ciertamente, un padre enfadado que pierde el control y golpea o regaña a su hijo, lo daña. En nuestra época, estas medidas pueden ser inadecuadas y pueden conducir a una baja autoestima y/o a la rebelión. Sin embargo, un padre no se atreve a ignorar el mal comportamiento de su hijo. Un padre que oye a su hijo decir tonterías y responde “es un niño, déjalo jugar” causa un daño terrible a toda la familia.
¿Cómo te educaron tus padres? ¿Cómo educas a tus hijos?
¡One Kosher te desea Shabat Shalom!