Brandy se deriva de la palabra holandesa brandewijn, lo que significa vino quemado, o destilado. El alcohol para brandy se produce fermentando frutas para producir vino. Existe un límite natural al porcentaje de contenido de alcohol fermentado. Cuando la concentración de alcohol alcanza un nivel de aproximadamente 12%, la fermentación se detiene. Por esta razón, es muy común que el límite de alcohol contenido en vino es normalmente de 12%. Por otra parte, existe un tipo de bacterias, llamadas acetobacter, que se encuentra en el alcohol, convirtiéndolo en vinagre y amargando así el vino. Por lo tanto, el vino está normalmente sujeto a dos inconvenientes en la calidad de su sabor.
La solución a ambos problemas es la destilación, un proceso en el que el producto de alcohol se calienta a temperaturas controladas, evapora y se condensa, obteniendo una bebida de alcohol más concentrada. En el caso de la destilación del vino, después de este proceso se obtiene lo que conocemos como Brandy o Cognac.
¿Cuáles son las preocupaciones kosher de estos productos?
Durante el proceso se añaden varios productos como la levadura, con el fin de estimular la fermentación. Además, la glicerina se usa como endulzante y emulsionante en licor. Como ya sabemos la glicerina puede venir de grasa animal. Por ello todos estos ingredientes deben tener certificación kosher para poder ser usados en el proceso.
Algunos fabricantes utilizan solamente frutas para su brandy, por ejemplo, ciruelas, chabacanos y peras. En estos casos, el nivel del alcohol necesita ser ajustado para balancear el sabor y para esto muchas veces utilizan alcohol comprado en el mercado abierto. De igual manera, a veces se añade un saborizante para fortalecer el sabor de la fruta. Como ya mencionamos antes los sabores son sustancias muy sensibles y requieren la certificación para ser permitido en un producto kosher.
Dado que el brandy es esencialmente un vino de uva destilado, está sujeto a todas las restricciones kosher como el vino, que requieren producciones con personal especialmente controlado. La producción de vino kosher sigue siendo uno de los procesos más sensibles y difíciles de supervisar debido a la prohibición de beber o usar Yain Nesej, el vino que se utilizó para los servicios idólatras, y beber Stam Yenam, vino de uva sin supervisión.
Las uvas deben ser cuidadosamente recogidas y transferidas. Desde el momento en que las uvas son llevadas a la bodega, los supervisores tienen que estar en alerta constante para el proceso de Hamshaja, la separación entre el jugo y la piel de la uva.
Cualquier movimiento del jugo de uva a lo largo de la línea de producción, iniciado por el no judío, es descalificado. Un judío observante debe iniciar, y operar todos los pasos esenciales del aplastamiento, incluyendo la fermentación, y la toma de muestras para el control de calidad.
Ya sea un Brit, un Bar mitzva, o una boda, son ocasiones especiales que anticipamos con entusiasmo y celebramos con alegría. En cualquier alegría, llenamos nuestras copas con vino, levantamos nuestras copas y decimos “Le jaim!” en honor al evento. Esto es una costumbre desde hace mucho tiempo. Sin embargo, la copa que se usa hoy día es muy diferente a la del tiempo de antes. Este es un ejemplo de cómo el kashrut y la calidad trabajan juntas para producir una bebida kosher premier y famosa en el mundo.